Hernán Rivera Letelier, Premio Alfaguara, un autor profano que escamoteó la oportunidad de exponer al personaje que se creía la reencarnación de Cristo desde la madurez de un escritor propiamente cristiano.
Luego de los tímidos concursos de novelas de la editorial Grupo Nelson, que al menos demostraron que sí se puede, la literatura cristiana de ficción en español sigue durmiendo su casi eterna siesta.
Sin embargo, todavía es legítimo imaginar que un escritor de nuestro ámbito ganaría el Premio Alfaguara si narrara, por ejemplo, la alucinante historia de José Luis De Jesús Miranda, el controvertido predicador puertorriqueño que dice ser Jesucristo.
Pero ese hipotético escritor perdería con los portazos su nariz si recorriera con su manuscrito las editoriales comerciales cristianas. Tampoco hoy por hoy tiene un certamen capaz de poner su obra en el candelero.
Digo esto a propósito del escritor chileno Hernán Rivera Letelier, que acaba de alzarse con el prestigioso Premio Alfaguara, dotado nada menos que con 175.000 dólares, por una novela basada en la historia de Domingo Zárate Vera, un “iluminado” de los años treinta que se creía la reencarnación de Cristo y que recorrió el desierto de Atacama anunciando el fin del mundo.
Otros puntos que apoyan la idea de que puede haber muchos Premio Alfaguara inéditos dentro de la literatura evangélica o cristiana es que Hernán Rivera Letelier es hijo de un predicador, razón por las que el autor sostiene que El arte de la resurrección, el libro premiado, tiene “mucho” de autobiográfico.
“No podría haber hecho este libro si no hubiese vivido en el desierto y viniera de una casa evangélica, donde lo único que se podía leer era la Biblia”, dijo en una entrevista Rivera Letelier.
Por otro lado, el recuento de los delirios del protagonista no está reñido con el mensaje social en la novela. Rivera Letelier expresa que “siempre” que escribe sobre el desierto, un inhóspito escenario de “injusticias y de matanzas”, le aflora un tono “comprometido, panfletario incluso”.
Entonces, cabe preguntarse por qué no hay muchos Hernán Rivera Letelier entre los libros expresamente cristianos.
Los Premios SEPA, por ejemplo, que otorga la Asociación de Proveedores de Recursos Cristianos, seleccionaron este año como Mejor Obra Original en Español a dos libros de los llamados de autoayuda, de dos conocidos motivadores.
Son premios estos últimos que se dan a posteriori, a partir del criterio de ventas de libreros y distribuidores y luego que han pasado la prueba del mercado. En cambio, un premio literario tradicional garantiza lo que el propio Hernán Rivera confiesa, que lo que más le interesa es la difusión internacional que le traerá el galardón de Alfaguara, puesto que la promoción de su nueva novela lo llevará por varios países.
El arte de la resurrección está ahora destinado a ser un libro de gran venta y su autor a convertir todo lo que escribe en best seller. De hecho, ya es el libro más vendido en Chile de los últimos meses.
Hernán Rivera Letelier, autor de El arte de la resurrección, en cierto modo es un autor profano que le “robó” a los autores cristianos hispanoamericanos el tema de la fe que difundía su padre. “Me he alejado completamente de las religiones”, dijo. “Pero cuando escribo sobre esos temas lo hago con mucho cuidado”. Un descreimiento que comparten, dice, muchos de sus contemporáneos. “Pienso que de un tiempo a esta parte la gente está abriendo los ojos, y viendo que los santurrones pueden ser unos farsantes. Pero, como la sociedad necesita espiritualidad, los hombres están cayendo en los libros de autoayuda, que son como las biblias de antaño, algo que encuentro peligrosísimo”, advirtió el autor premiado.
También Rivera Letelier escamoteó la oportunidad de exponer al personaje que se creía la reencarnación de Cristo desde la madurez de un escritor propiamente cristiano. Eso sí, el actual ganador de Alfaguara lo hizo con un talento literario que habría que igualar.
A continuación dos líneas de El arte de la resurrección: “Al llegar al andén, de inmediato fue rodeado por el grueso de la gente menos crédula, niños y hombres que lo miraban con la curiosidad con que mirarían a un viejo y oxidado animal de circo”.
Realmente sensacional, ¡Felicidades!