SIDA: La iglesia sin condón

¿A dónde vamos a escondernos, a replegarnos, a huir de un mal que da aldabonazos a la puerta de la iglesia? Hasta hace poco parecía que el problema no era de nosotros, que las murallas del templo nos protegían de homosexuales, drogadictos y prostitutas. Pero ahora el VIH/SIDA nos sale al encuentro por rendijas impensadas y nos está tomado desprotegidos.

Las autoridades sanitarias advierten sobre el elevado incremento de casos de SIDA entre mujeres casadas y adolescentes, así como entre recién nacidos y niños de poca edad.

Datos de la Organización Mundial de la Salud revelan que en los próximos años la cifra de latinoamericanos infectados por el VIH/SIDA alcanzará los 3,5 millones.

Para terminar con esa especie de síndrome del avestruz con respecto al VIH/SIDA, la iglesia cristiana debe encaminarse hacia una transformación de sí misma, abrir las puertas y también salir a la calle.

Rick Warren, autor del best-seller “Una iglesia con propósito”, sostuvo recientemente que la respuesta activa de las iglesias cristianas es lo único que puede detener la pandemia del VIH/SIDA.

Para Warren las iglesias tienen que superar los mitos y miedos en torno al tema y “saltar al ruedo”. Las iglesias tienen, afirma, la autoridad moral para presentar al mundo los “estándares de Dios”.

Pero cuando se habla de SIDA se habla de las condiciones morales de una sociedad. Por eso a muchas iglesias de América Latina todavía les resulta difícil superar los prejuicios, el machismo y la estigmatización de los afectados por la pandemia. Hablar de prevención es hablar de condones, de prostitución, de drogas, de sexo entre hombres y de infidelidad conyugal. Y para ello hay que superar muchas barreras culturales y morales.

Hay iglesias protestantes de Latinoamérica que son más cerradas a estos temas morales que la propia iglesia católica. Por ejemplo, casi la mitad de las peticiones de oración que se reciben en los Foros de LaBibliaWeb.com, el portal de las Sociedades Bíblicas Unidas, son motivadas por casos de infidelidad conyugal entre cristianos, que temen acudir a los consejeros de sus propias congregaciones.

También en dicho Portal se reciben solicitudes de consejería como la siguiente:

“Mantuve relaciones con una desconocida y ahora todas las pruebas que me he hecho están indicando una posible infección de VIH. Todos los días me pregunto por qué tuve que hacerlo y por qué se cruzó esa mujer en mi camino. Yo no la busqué; en una fiesta vino ella a mí. De toda la vida he sido un chico cristiano activo. Llevaba una vida feliz junto al Señor, pero últimamente estuve separado de Él. No me separaré más del Señor durante la vida que Él quiera darme. Esto se me está haciendo muy grande y no sé si podré superarlo. Todo esto sólo lo saben ustedes y un muy buen amigo mío que es profesor de Religión. La persona que posiblemente me infectó, la perdono porque tal vez ni ella misma sepa que está infectada. Con toda mi fe y esperanza puestas en el Señor, muchas gracias por sus oraciones”.

¿Donde está el buen samaritano hoy?
Para enriquecer el presente artículo enviamos quizás una muy embarazosa pregunta a dos pastores centroamericanos, una de las regiones más afectadas del mundo:

“¿Cuántas veces en lo que va de año usted ha mencionando desde el púlpito el tema del SIDA?”

Todavía estamos esperando por sus respuestas…

La Iglesia cristiana latinoamericana parece no estar totalmente implicada en la prevención, que es un tema básico. La estrategia de abstinencia, fidelidad y condones como último recurso es útil, pero insuficiente, dicen los expertos.

En vista del riesgo que se cierne sobre la juventud, el enfoque preventivo dirigido a este segmento de la población es primordial, aunque todavía permanece como un terreno virgen en muchas comunidades del Continente ávidas de saber cómo enfrentar el flagelo.

Curiosamente, en África, donde el VIH/SIDA azota de manera implacable, las iglesias cristianas han reaccionado y trabajan codo a codo con los organismos de asistencia internacionales y locales. Las Sociedades Bíblicas nacionales asisten a las congregaciones con cursos de capacitación y materiales informativos impresos, tales como el reconocido paquete de evangelización El buen samaritano, un material pertinente, apropiado y fácil de usar, adecuado para públicos que saben leer y escribir, y para analfabetos por igual, y el cual les permite a las iglesias predicar su mensaje acerca de la prevención del VIH/SIDA. Se fundamenta en los valores cristianos y enseña que uno debe respetar a Dios y respetar nuestro cuerpo.

De este lado del mundo, la Sociedad Bíblica de Honduras (SBH), un país con altos índices de VIH/SIDA, tiene un programa denominado “Juventud Siglo XXI: Su Palabra es Eterna”, el cual pretende “llevar a los jóvenes la Palabra de Dios para prever la ola de crímenes, delincuencia, violencia doméstica y abuso infantil en la nación centroamericana”, según se indica en su Sitio Web.

Sin embargo, al preguntársele para este artículo a Jorge S. Gómez, secretario general de la mencionada Sociedad Bíblica, si de alguna manera la SBH está trabajando o tiene un plan similar en la lucha contra el VIH/SIDA, nos comentó que “en realidad no hemos trabajado con anterioridad en un programa así. Pero lo estamos considerando a nivel de alianza con otra organización que ya lo está haciendo y posiblemente produciremos una porción de la Biblia que pueda abonar al consuelo de aquellos que ya tienen el VIH, o servir de prevención para aquellos que no aún no lo tienen”.

¿Qué puede hacer, pues, la iglesia cristiana local en apoyo a personas con VIH/SIDA?

Dice el pastor Warren, no sin razón, que la iglesia cristiana “dispone de la mayor red organizativa que existe en el mundo. En cientos de miles de villorrios, donde no hay escuelas ni clínicas, ni nunca las habrá, hay una iglesia. Son la mayor fuente de voluntarios que existe. Con 2,3 mil millones de miembros en el mundo, podemos reunir más voluntarios que todas las ONGs juntas”.

“Hay una diferencia entre frenar la pandemia y detenerla —dice Warren. Esto último sólo pueden lograrlo una serie de actitudes que involucran a la fe”.

“Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (Juan 17.18).