La gente sueña con marcharse, buscando mejores pastos. La historia de la mayoría de las familias que conozco es una historia de éxodo, de huidas y miedo.
Le digo a mi hija de casi 21 años que pronto le podrán dar una inyección letal en Miami, ahorcar en Washington o fusilarla en Carolina del Sur. En unos días tendrá edad para eso.
Voy a salir a buscar trabajo. Basta ya de dormir hasta las 10 de la mañana y de arrastrar mis pantuflas hasta el buzón buscando el cheque de desempleo.