Andrés Gómez, que se congrega en una iglesia evangélica de Miami, era un voraz lector en su país, pero en los últimos tres años sólo ha podido leer de la Biblia, que hojea ocasionalmente. “Vivo con mucha tensión y el tiempo a penas me alcanza”, dijo.
Sin embargo, el mercado del libro parece haber descubierto un país de ensueños, donde una gran parte de los habitantes leen todavía en las letras maternas, como Andrés.
La Organización de las Naciones Unidas calcula que hay unos 191 millones de inmigrantes en todo el mundo. Si este número estuviera concentrado en un solo país, éste sería la quinta nación más grande de toda la tierra.
Hoy en día algunos países tienen más hablantes de su lengua viviendo fuera de su territorio geográfico que dentro del mismo. En los Estados Unidos, por ejemplo, se hablan más de 330 lenguas diferentes.
Kim Pettit, editora de la revista especializada Cook Partners, dijo en un reciente artículo que los más de 32 millones de hispanos de los Estados Unidos que todavía dominan el español representan un mercado casi tan grande como Canadá.
Un reciente despacho de Reuters por su parte dice que el crecimiento de la población hispana en Estados Unidos ha abierto un inédito mercado para textos en español, que ahora cuentan hasta con espacios exclusivos en los corredores de las grandes cadenas de librerías.
El mercado hispano, afirma la agencia, es el segmento que más rápido ha crecido, ya sea por nacimientos o inmigración.
Pero cada vez que leemos esos sistemáticos estudios que alardean del promisorio mercado de lectores hispanos en los Estados Unidos, los consumidores no podemos evitar una especie de recelo natural. Porque ya sabemos que en la ética del mercadeo y la publicidad está prohibido decir toda la verdad, y las medias verdades a veces se repiten hasta hacerse incuestionables. Es un juego informativo que todos aceptamos, pero que nos obliga a leer las letras pequeñas.
De manera que esos “espacios exclusivos” de textos en español sólo lo vemos donde hay grandes comunidades hispanas. Miami, la meca de los inmigrantes hispanos, por ejemplo, una ciudad con más de 360,000 habitantes, solo tiene unas pocas tiendas de libros multilingües.
Family Christian Store, una cadena de 380 librerías cristianas, tiene tres establecimientos en Miami con productos en español. Haydee Montano, vendedora de la tienda de Kendall, un suburbio residencial de la ciudad, declaró para este artículo que las ventas de libros en español han estado estables durante el 2007. “Después de Biblias, nuestros clientes vienen buscando fundamentalmente traducciones, libros de éxito traducidos del inglés, como Lo mejor de ti, de Joel Osteen, o el devocional de Joyce Meyer Empezando tu día bien. También las novedades, como 3:16, de Max Lucado”.
El ciudadano de ese inmenso país flotante del que habla las Naciones Unidas debe acudir sin remedio a las librerías online para sus pedidos particulares, con precios prohibitivos para los envíos internacionales.
Sin embargo, las editoriales en los Estados Unidos se han tomado el asunto muy en serio.
Kim Pettit dice en su artículo que la competencia está creciendo: “En el 2005, HarperCollins, Thomas Nelson, Lerner, Santillana y Planeta iniciaron nuevos programas de publicación con base en Estados Unidos”.
“Simon & Schuster también lo hizo en el año 2006”, dijo. “Mientras que la Federación de Gremios de Editores de España y el Instituto Español de Comercio Exterior, ICEX, lanzó ‘América Lee en Español’, un programa de tres años para incrementar la presencia de libros en español en los Estados Unidos”.
Ni lentas ni perezosas, las casas editoriales han incrementado la traducción de bestsellers del inglés al español y la publicación de libros de autoayuda y espiritualidad, las categorías de más éxito en el mercado estadounidense, según los especialistas.
Todo parece indicar que los inmigrantes como Andrés tendrán en lo adelante más ofertas para leer, en tanto aprenden inglés y ponen al día sus papeles.
No se trata sólo de los inmigranes. La buena nueva de las nuevas ofertas en castellano ayudarán a los hispanos nacidos en EUA a mantener su idioma. Siempre me quejo que mis hijos leen obras traducidas del castellano por pura flojera. Why do some people read translations when they know the original language.