“Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”, parece decirnos toda una serie de conclusiones a la que llegaron importantes editores mexicanos sobre el mercado del libro en su país y que muy bien se ajustan a la problemática del consumidor cristiano de ese y de cualquiera de los países de habla castellana.
Porque, nos guste o no, los lectores cristianos responden en gran medida al panorama general del libro. ¿Cuáles serían las diferencias entre un lector común y otro que lee regularmente literatura comprometida con el punto de vista de su fe? ¿Qué hay de distinto entre una industria editorial y otra?
Descúbralo usted mismo en el resumen de un extenso artículo aparecido en el diario mexicano La Jornada. Cualquier semejanza con lo que se discute en las librerías cristianas NO es pura coincidencia.
• En los años recientes la industria editorial se ha visto afectada por una saturación en el mercado, que a su vez ha condicionado el crecimiento de las editoriales.
• Algunos editores consideraron que en el país hay bastantes libros malos, editoriales que descuidan mucho la calidad por la cantidad; las librerías son muy pocas, malas y no tienen un catálogo en exhibición suficientemente amplio.
• Se consume lo establecido, lo vendible, la betselerización, y los lectores no compran lo que los editores producen, con lo cual se genera un círculo vicioso porque no existe un punto de contacto entre los libros y el lector.
• Aunque parecería paradójico que entre más libros haya es peor, la verdad es que la saturación del mercado produce efectos negativos.
• En español se producen anualmente cien mil títulos, sumando a España y el resto de los países de Iberoamérica, y ninguna librería puede acumular esa cantidad de textos.
• De esos cien mil títulos, entre 15 y 17 mil se produjeron México, el resto, en España. Según cifras españolas, el país recibió más o menos 150 libros españoles y ellos sólo recibieron un libro mexicano.
• La saturación del mercado es producto de una estrategia editorial equivocada: Se están creando productos de corta duración y poca calidad a fin de que haya una rotación rápida de títulos, lo cual quita espacios a los que se puede llamar literatura seria, incluyendo géneros desde la narrativa hasta el ensayo.
• Las editoriales pelean por los pocos espacios en las librerías y esto propicia que las grandes cadenas, que tienen más poder, imponen sus condiciones y las editoriales pequeñas casi tienen que ponerse de rodillas para que se les haga caso.
• Las grandes cadenas son víctimas de su propia política, porque para ser solventes tienen que vender muchísimo, pero hay pocos lugares donde puedan ofrecer sus títulos. La política de publicar mucho, casi indiscriminadamente, con la idea de que haya una rápida rotación de títulos, está siendo contraproducente para ellas mismas.
• Una agravante de la gran producción en el mercado editorial es la reducida cantidad de librerías profesionales en el país, a pesar de que existen puntos de venta dentro de centros comerciales.
• Una de las consecuencias de la saturación es que la permanencia de los libros es cada vez más corta, con lo cual se produce daño al autor y a las editoriales.
• En España se calcula que los libros están expuestos no más de dos meses; en México los tenemos un poco más. Pero si el proceso de saturación de la producción editorial sigue, será un paso muy fugaz vender libros en los estantes de un local especializado.
• Por razones financieras, las empresas editoriales lanzan al mercado gran cantidad de títulos comerciales, porque eso representa un ingreso mayor y se consigue más rápido; son los libros de venta por impulso. Esto provoca que otras obras que podrían tener una circulación importante no encuentren el espacio necesario en las librerías.
• Sobre la selección de los títulos, se dijo que hay buenos libros en todas las áreas del conocimiento y divulgación del conocimiento, pero hay que ser riguroso en función de lo que es calidad. Es muy importante que los editores piensen en términos de calidad, trátese del género que sea.
• La industria no crece porque es muy difícil cuando tu producto no tiene dónde colocarse en el mercado; al pasar esto, el mercado se encoge y es un círculo vicioso.
• El crecimiento del sector editorial es un fenómeno distorsionado por esa realidad de que el mercado lo que exige son libros de lectura rápida y fácil, lo cual posterga la circulación de libros que van a un público con necesidades diferentes.
• Hay demasiados libros malos que saturan el mercado porque duran muy poco tiempo. Cada vez hay más gente que escribe y lee, el problema es cómo escribe y cómo lee. Si estamos escribiendo mal y publicamos cualquier cosa, hay muchos libros, pero pocos de altísima calidad, pocos libros de excelencia, pocos poetas de primer nivel, pocos investigadores en filosofía y en ciencias sociales.
• Está saturado el mercado, pero de libros mediocres. Hay demasiada complacencia hacia los jóvenes y la mediocridad. Existen talleres por todas partes, de redacción, de poesía y ahora cualquiera cree que saliendo de un taller es poeta o escritor.
• Es importante poner atención en la creación, que los estudiantes tengan actitudes para dudar, criticar y reflexionar. Hagamos que los niños lean y critiquen, que dejen de tener tantas materias inútiles y que se pongan a leer y luego reflexionen y discutan sobre la lectura en la propia clase.
• Hay más lectores de lo que pensamos, pero hay menos compradores de libros de los que necesitamos como industria. La prueba de que hay muchos lectores que escapan al alcance de los canales normales; es el éxito de la piratería.
• El hecho de tratar de crecer no corresponde con la realidad nacional. Si un sello quiere lanzar 10 novedades al mes, cinco se quedarían en el almacén porque los propios clientes no se darían abasto, al no ser la única editorial que ofrece novedades. Cuando se junta todo lo que publican las editoriales, es completamente imposible crecer mucho porque no corresponde a la circunstancia nacional.
• Las nuevas generaciones deben leer más. Debemos insistir todos para que los jóvenes lean, porque esto es una deficiencia nacional que tenemos.
• Los libros que están en las mesas de las librerías, salvo contadas excepciones, no tienen importancia culturalmente. Los libros que culturalmente importan no están en las librerías, los lectores tiene que conseguirlos por Internet, en las presentaciones y en algunas ferias de libros.
• Las librerías dicen que hay pocos lectores, pero lo que se les ofrece a esos pocos lectores no es un abanico de posibilidades que permita ampliarlo.
• No hay que hablar de saturación de oferta, hablaríamos mejor de escasez de demanda. Lo que hay que buscar es un puente fluido o una manera de comunicación que fluya entre la producción editorial y el lector.
• En el país se ha dado un boom de libros de mala calidad, particularmente por la explotación de textos de superación personal y de ese estilo, que son los más vendibles y comerciales.
• La saturación en el mercado se debe a la falta de lectores y de librerías; ambas contribuyen en esta nueva crisis de la industria editorial. Sin embargo, el país necesita una cultura de la lectura porque la gente sí lee, pero no lo que los editores producen.
• Las grandes editoriales han apostado a la betselerización, a los libros que tienen un mercado aparentemente seguro. Los libros valiosos están sufriendo una restricción en el mercado a raíz de esta orientación hacia los bestsellers. La saturación se debe fundamentalmente a un acomodamiento del mercado en función de los intereses y necesidades de los grandes conglomerados editoriales que son quienes también están sufriendo lo que ellos mismos crearon.
• Además del problema de la sobreproducción, existe una saturación por traducir obras que han funcionado en el mercado, ya que los editores buscan que dichos textos se exhiban en los puntos de venta del país.
• A veces la gente no consume la cantidad de libros que vemos en las mesas de novedades; entonces, mientras se publique más y se lea menos, van a seguir saturados todos los puntos de venta.
• La falta de librerías causa una guerra de novedades. Las mesas de novedades en las librerías en promedio son de dos meses; los libros que no vienen apoyados por una campaña importante de promoción prácticamente se descartan, y luego, como la mayoría de las librerías no tienen almacenaje muy fuerte, la gente apuesta por lo que vende, es decir, piden los libros de los clásicos o de los autores de mayor renombre.
• El problema de fondo es la educación, afirman los editores. Sin incentivos, ni la cultura ni la lectura van a progresar en el país.
• El lector es un consumidor de tipo muy especial porque no depende de su capacidad económica; depende del grado de acción que tenga por la lectura, pero no estamos creando una masa inteligente y crítica desde la familia, ni desde la primaria.
Buenos comentarios. Me gustaría conocer más investigaciones y opiniones de personas especializadas.
Saludos Jorge Julio, muy buenos todos los puntos que mencionas. Te confirmo que la situación en Santo Domingo es igual. Visito diariamente la librería más grande del país —la tengo al cruzar la calle, por fortuna— y veo esos conflictos entre editoriales, libreros y autores; paradójicamente, como lector siento que intentan resolverlo entre ellos sin tomarme en cuenta.
Mencionas el tema de la piratería, pero no sé hasta que punto ese sea un problema para el mundo editorial. Lo reconozco en la venta de CDS, por lo barato del medio, pero fotocopiar al Quijote lo veo un poco difícil (por el costo).
Por otro lado, no sé si conoces «La gran cola», un fenómeno muy documentado del que se valen negocios como Amazon o Apple para vender sus productos. Utilizando tecnología construyeron un estante virtual para mostrar un inventario inmenso y mejorar las ventas. Creo que será este el presente —no el futuro— de «la industria» y a largo plazo la impresión sobre demanda (caso Lulu Press). Un modelo ideal sería aquel donde los libreros puedan vender mostrando un inventario inmenso a sus clientes y las editoriales entreguen sus pedidos sobre demanda.
Es cien porciento cierto. No hay una gran diferencia entre los mercados. Solamente podremos decir que la industria cristiana es un microcosmo del mercado general. En mis charlas con editoriales cristianas, catolicos y del mercado general uno ve muy rápido de que no somos tan diferentes.
Siempre veo un libro de esta manera:
El autor dice: Este es mi bebé, mi hijo.
El editorial dice: Este es uno de mis nietos.
El distribuidor dice: Este es uno de mis amigos.
El librero dice: Este es uno de mis paisanos.
El lector dice: ¿Qué? ¿Quién?
Uno entre miles y miles, es cierto. La tarea para los editoriales de hoy en adelante debe ser «buscar la pluma fresca».
Bueno, esos son algunos pensamientos míos. Muchas gracias por traer esta comparación a la mesa.
Larry