Dígame la verdad, si es usted un comprador de literatura cristiana parado frente a un estantería en Caracas, Lima, Bogotá o Buenos Aires, ¿cuál título elegiría entre “Edifícate con Cristo”, de Alejandro Pérez, y “Construyendo sobre la roca”, de Alfred Smith?*
Lo más probable es que usted se lleve a la caja contadora el libro de Smith. Los libreros saben eso, y lo piensan dos veces antes de solicitar a distribuidores y mayoristas títulos firmados por autores hispanos. Tampoco las editoriales cristianas que publican en español –la mayoría con casa matriz norteamericana– están interesadas en publicar libros escritos originalmente en español. Prefieren traducir los textos del inglés, puesto que ya tienen los derechos de autor y un trecho adelantado en publicidad y mercadeo.
No importa si el libro es mejor o peor. Hoy en día lo que vende no es la calidad, ni lo llamativo que pueda ser el título de la obra, el arte de la portada, lo descriptivo de la reseña o la solapa. Es cierto que hay algunos temas que son más solicitados que otros, como los llamados de “superación personal”, pero el criterio definitivo es el nombre del autor. Las editoriales no se toman el trabajo de evaluar la calidad de las obras, sino contratan el trabajo de autores más o menos consagrados o conocidos. Es algo tomado del mercado secular, donde se fabrican también estrellas de la literatura.
¿Son xenófilos los lectores hispanos?
Los autores hispanos, no obstante, inundan inútilmente con sus manuscritos a las editoriales cristianas, los cuales duermen el sueño eterno, a menos que tengan garantizada su venta. ¿Y como puede un autor hispano garantizar la venta de su libro? Sólo si se trata de un líder reconocido o el pastor de una nutrida iglesia, los cuales compran la mayor parte de la tirada o pueden vender ellos mismos su obra.
Algunos quieren ayudar, pero no pueden. Conozco a un jefe editorial cristiano que en cuanto lo nombraron prometió priorizar a los autores hispanos, y de hecho imprimió algunos títulos, hasta que su casa matriz le prohibió seguir desgastando a la editorial en esos esfuerzos sin resultados significativos.
Pareciera como que el mercadeo de la literatura cristiana en español, que primordialmente promueve autores norteamericanos, hubiera caído en su propia trampa. Los lectores hispanos en general no parecen ser tan amantes de lo extranjero como lo pintan. De hecho, entre los primeros lugares de los libros seculares de mayor venta en Latinoamérica aparecen nombres como Mario Vargas Llosa (Travesuras de la niña mala); Jorge Franco (El Melodrama); Nicanor Parra (Discursos de sobremesa) Laura Esquivel (Malinche); Helio Vera (La paciencia de Celestino Leiva), y Federico Vegas (Falke), entre otros muchos.
Por otra parte, los lectores cristianos que compramos a ciegas por lo sugestivo del apellido de los autores somos propensos a equivocarnos de medio a medio. Pongamos por caso nuestra alternativa inicial entre un Smith y un Pérez. Por muy ilustre que le parezca, el apellido Smith [herrero] es el más común de los apellidos en los Estados Unidos, con dos millones y medio de personas registradas como tales. Pérez, por su lado, tiene una notoria ascendencia hidalga, según los testimonios y documentos que la atestiguan.
Si esto fuera poco, sepa que Pérez es un apellido patronímico derivado del nombre propio Pero o Pedro, que proviene del nombre latino de la época cristiana Petrus, y éste del griego Petros, forma derivada de Petra, «piedra», traducción del hebreo Kefas «Piedra», que fue el sobrenombre que recibió el apóstol Simón.
No se guíe por las apariencias, quizás haya buenos profetas en su tierra.
*Las supuestas obras “Edifícate con Cristo” y “Construyendo sobre la roca”, y sus autores Alejandro Pérez y Alfred Smith, no existen. Los acabo de inventar a modo de ilustración.
He encontrado accidentalmente su página, y he quedado gratamente sorprendida y satisfecha por la calidad, profundidad y acierto de los planteamientos vertidos en ella, particularmente en este artículo. Me sumo a la lista de los que intentamos escribir, editar y publicar en idioma español, en el ámbito cristiano, y nos encontramos una y otra vez con las puertas cerradas. Meses atrás, escribí a una publicación cristiana periódica de Miami, ofreciendo mis escritos y mi colaboración como correctora. A lo primero, se me respondió que tenían una larga lista de nombres famosos, cuyos escritos estaban esperando publicarse. A la segunda, ni siquiera se le prestó atención, a pesar de los bochornosos y garrafales errores gramaticales y de estilo que aparecen en sus páginas. Frustrada en parte, a veces desalentada, he optado por recurrir a sitios de internet gratis para publicar algunos de mis trabajos, y editar los de mi padre.
En relación con los comentarios acerca del quehacer teológico, quiero añadir algo más. Observo tristemente que el diablo, a través de la Teología de la Liberación, y de otras de corte liberal, nos ha estado robando, a los verdaderos cristianos evangélicos latinoamericanos, el lugar que nos corresponde en el Reino de Dios para realizar nuestros aportes. Por experiencia propia y ajena, encuentro que los que se dedican a tales menesteres, o al ministerio de la enseñanza, encuentran una terrible falta de visión, no sólo de los feligreses, sino del liderazgo evangélico latinoamericano. Se están desperdiciando cientos de ministerios, cientos de talentos de habla hispana, por la falta de visión espiritual, por el esnobismo, y por esa especie de mentalidad neocolonialisa que nos domina. Lo único que me consuela es que un día, frente al Tribunal de Cristo, muchos tendrán que dar cuenta de su mayordomía en cuanto a la administración fiel de recursos ministeriales dentro del Cuerpo de Cristo. Dios los bendiga ricamente. ¡Adelante!
Estoy de acuerdo contigo. Han tomado nuestro ascendiente latino como referencia y aun nos siguen inundando de literatura norteamericana. Mi pregunta es ¿Cuándo tendremos una teología netamente latinoamericana?
Fernando Baeza
Más allá de quien escribió el libro, el problema que he tenido con libros traducidos del ingles al español es que en el caso de cursos biblicos estan tan mal redactados en ciertas partes, que han producido polémica y discusión en el grupo que sigue el curso, incluso algunos no entienden las «tareas» que se le piden por lo confuso de la enseñanza.
Es comun ver preguntas muy confusas, mal redactadas y que producen cuestionamientos de enseñanazas biblicas. Eso es negativo porque en personas que estan comenzando en su vida cristiana se confunden.
Han sido tan recurrentes la discuciones que como periodista he tenido que intervenir y decirles que el problema es que esta mal redactada la pregunta o texto y que eso es todo, ya que se producen interpretaciones de textos biblicos que se contradicen.
Bendiciones.
Siguiendo el hilo del asunto, creo que todos (Kim, Óscar, Luis Ángel, et alli) estaríamos de acuerdo que la diferencia la puede hacer el lector hispano. Digo que «puede» ya que en la práctica esto no ocurre con la frecuencia que debiera. La mercadotecnia y su uso a veces indiscriminado (en nombre del libremercado) lográ convencer al lector promedio de comprar por comprar o porque el libro tiene buena presentación o por algún otro «enganche». Un ejemplo típico de esto es el fenómeno de los «Infomercials» (nacido en los EE.UU); programas televisivos de 15, 20 ó 45 minutos de duración en los que se bombardea al teleoyente para que compre algún electrodoméstico innovador que le «solucionará» los problemas de la vida y las de su familia.
Yo sigo creyendo que algo muy parecido sucede en el mundo del «libro cristiano». Las editoriales se ven en la necesidad de usar las mismas técnicas de mercado que crean una necesidad en el lector, necesidad que no necesariamente es real o que se esconde detrás de algún beneficio trivial. Por ejemplo, «compre la oración de José porque ya verá usted cómo el Señor le bendecirá materialmente que no sabrá qué hacer con el dinero». Claro, que lo anteriormente dicho es una sátira y no creo que nadie se atreva a decir eso en forma oficial, pero el asunto es que en el fondo esa es la idea que se quiere comunicar al subconciente del lector.
La verdad es que el lector hispano debería –como menciona Kim– asumir sus derechos de lector y ponerlos en práctica. Debería exigir mejor calidad y me refiero mo solo a la impresión sino a la calidad del idioma, de la traducción o de las ideas que se expresan. Conversaba hace ya más diez años con una persona a cargo de una pequeña editorial estadounidense que producía libros en castellano. Le mencioné que la calidad de traducción de algunos de sus libros (por no decir la mayoría) necesitaba mejorar. Me dijo lo siguiente: «Al fin y al cabo la gente no se da cuenta de esos asuntos». Sus palabras fueron enervantes.
En fin, nadie ha comentado nada en cuanto a la misión de los EE.UU. o la «anglosajonización» del mundo (usando palabras literales de otro teólogo estadounidense del siglo 19).
…que disfruten del calor (a los que nos toca vivir por el norte).
Yo estoy de acuerdo con Oscar. Si un autor latino me da un libro más atinado que un americano, pues entonces leeré al latino. No compro el libro por el nombre del autor (a menos que ya lo conozca y aprecie) sino mas bien por el contenido. Y este tiene que ver no sólo con los temas y ejemplos expuestos, sino también con la profundidad de la investigación. Un libro (de no-ficción, claro) que incluye bibliografías, notas al pie de la página y otros recursos para el lector me interesará más que uno que no los tenga. ¿Quién ofrece este valor añadido en sus libros más a menudo? ¿Cuantos escritores latinos no sólo invitan a sus lectores a aprender lo que ellos exponen, sino además les dan recursos para ir más a fondo? Y ¿cuántos editores latinos lo exigen?
Me parece interesantísimo su artículo. Quisiera tener una respuesta pero lamentablemente no la tengo. Solo le comparto un pensamiento, para sumarlo a lo ya dicho.
Debemos tomar en consideración la extensa experiencia evangélica que respalda la literatura norteamericana, que no comienza en Estados Unidos sino en Europa, contra la latinoamericana de raices católicas de escaso contacto con las Escrituras. Creo que gradualmente veremos un incremento no solo en la salud de nuestros criterios como lectores sino también en la calidad y profundidad de nuestro producto.
La iglesia latinoamericana ha experimentado un crecimiento notable en muchos aspectos. Medios como radio y televisión están saturados de buenísimos predicadores latinoamericanos. Hace unos años solo escuchabamos los doblajes de los predicadores del norte.
Igualmente supongo que en poco tiempo comenzaremos a leer lo que nuestro pueblo escriba. Tal vez las casas editoriales descubran esto pronto o tendremos que fundar algunas con nombre y finanzas latinas.
Un detalle más y me retiro. Cuando voy a las librerias a menudo conozco más sobre los escritores anglos que sobre los latinos. ¿Será que ellos invierten más en relaciones públicas?
Todo es segùn el cristal con el que se mira , un servidor por ejemplo compra los libros no por el autor sino por el contenido y el tìtulo jala un poco mi atenciòn , por otro lado yo he tenido que regalar algunas publicaciònes que he hecho y cuando pretendo vender el material para recuperar lo gastado y seguir imprimiendo libros , pues la respuesta es .. disculpe usted pero el jefe dice que de momento no le podemos apoyar ..
Pero bueno si existe preferencia por autores estadunidenses y ¿ que le haremos ? parece un problema de cultura o de creedibilidad o falta de interes en los latinos o que se yo …
Dios no hace exseciòn de personas y nos escucha a todos , pero los hombres …. Sì.
Aunque has abordado el tema desde una perspectiva de la imagen o credibilidad que el libro de autor anglosajón tiene frente a autores hispanoamericanos, estoy de acuerdo contigo. Pero, creo que la problemática es mucho más profunda y multifacética. La culpa también la tiene el público latino que compra indiscriminadamente (o a ojo cerrado como de dice popularmente) libros de autores anglosajones. Es una cuestión de autoestima y muchas otras cosas más, que quizás tengan que ver con el subdesarrollo histórico de nuestros pueblos.
Yo, testarudamente, sigo creyendo que con un poco de esfuerzo, disciplina, estudio, capacitación y «ganas» podemos generar autores latinos propios (de hecho ya los hay y siempre los ha habido). Autores que sepan escribir a una audiencia global, y no solo a su país o a su contexto provincial.
… hay que empezar a leer para poder escribir, y leer bastante y de todo –sin miedo–. Menos, televisión, menos playa, menos pachanga y merengón, y más estudio y disciplina personal. Sino, estaremos condenados a seguir siendo «anglosajonizados» por la literatura del norte. Lo ideal sería tener un intercambio ecuánime, justo y balanceado entre el norte y el sur. Curioso que se me venga a la mente una cita del Presidente de los EE.UU., William Mckinley (1897-1901): «La misión de los EE.UU. consiste en asimilación benevolente» (The mission of the United States is one of benevolent assimilation). Me pregunto si habrá alguna relación con el desbalance de libros publicados en el norte que van hacia el sur… o quizás me estoy imaginando cosas.