Hablando del Premio Águila y de otros vuelos apremiantes del periodismo cristiano

Jorge Julio GonzalezEmpinándose en el contagioso entusiasmo de jóvenes periodistas y con el apoyo de Expolit, el Premio Águila para medios evangélicos remonta el vuelo de su segundo año, en una época en que todavía el sector busca orientarse y donde la mayoría de las “viejas golondrinas” han partido o mudado su plumaje.

Quién no recuerda con nostalgia los números impresos de las revistas La Biblia en las Américas, los de Mercado Cristiano o de Apuntes Pastorales, por mencionar algunos buenos ejemplos.

¿Recuerda usted también viejos ejemplos loables de la Radio y la Televisión?

Enorme reto es ser hoy ganadores, en una era en que las nuevas tecnologías digitales apuntan a la multiplicación, destacando el continente por encima del contenido; es tan fácil y popular hacer hoy un “medio de prensa” que como resultado tenemos una gran crisis de sustancia.

Ciertamente es difícil destacarse en un entorno informativo donde más que el informe periodístico prima la nota publicitaria y falta la primicia, la indagación, el análisis y la reflexión crítica.

Llama la atención, sin embargo, el entusiasmo con que las nuevas generaciones de comunicadores cristianos tratan de lidiar con las luces y sombras que trajeron las nuevas tecnologías, en un panorama donde son muy limitados los asideros económicos para sostener de manera independiente y con voz propia un periódico, una revista, una emisora o un blog.

El periódico neoyorkino The Guardian acaba de publicar un sombrío editorial sobre el tema, donde el articulista Bob Garfield asevera que no estamos precisamente es una «edad de oro» del periodismo, como otros prefieren argumentar, sino que son más bien tiempos finales para los medios de prensa.

“No se deje engañar por los evangelistas de ‘lo gratis’; junto con el modelo de negocio han sido destruidos la ética editorial y la información real”, asevera Garfield, cuando aborda el hecho de que la industria de las noticias ha pasado de ser un negocio “obscenamente rentable a uno poco rentable”.

“Gracias a la molesta ley de oferta y demanda –dice el comentarista– hay una cantidad infinita de contenidos en línea, y por lo tanto una cantidad infinita de inventarios de publicidad, y por lo tanto los precios son impulsados inexorablemente hacia abajo. El ingreso resultante no puede mantener organizaciones sólidas de comunicación. Los ingresos ni siquiera pueden sostener a las organizaciones débiles de noticias. Lo que significa que un montón de gente inteligente del sector está buscando desesperadamente dinero en otros lugares”.

Lo que es aterrador para Garfield y otros de su misma opinión es que, en un grado u otro, se está comprometiendo la integridad editorial; los lectores, espectadores y oyentes no tienen forma de saber qué se está comercializando o qué contenido es poco fiable.

¿Le suena todo esto familiar?

Los órganos de prensa cristianos deben inspirar respeto profesional desde su propio quehacer de excelencia, para que tanto los anunciantes como el público lector no los perciban como eternos aficionados. Para ello, uno de los problemas a solucionar es la capacitación subvencionada de un periodista multifacético, que muchas veces asume el papel de fotógrafo, diseñador, técnico digital, publicista, locutor, pero que en primer lugar debe ser un buen creador de contenidos.

El periodismo cristianismo, en su particularidad, debe entrar sin miedos en la era digital, pero lo debe hacer de una manera acorde a su misión.

Si usted les habla a cristianos, ¿cuándo veremos en su medio un análisis crítico con entrevistas que exploren distintos ángulos de opinión?

Si usted les habla al mundo, concuerde con el historiador Mario Escobar en que gracias a las nuevas tecnologías podemos salir de nuestros pequeños guetos para crear un inmenso gueto global, en el que los cristianos seamos testigos del mensaje que predicamos. Como el reconocido escritor C. S. Lewis alguna vez también afirmó, no necesitamos más webs o redes sociales sólo para cristianos, necesitamos impregnar de los valores cristianos a la cultura general.

Esperemos que el Premio Águila y otros esfuerzos similares vuelen en esa dirección.

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