Por supuesto que cuando en estos días hablo de un mal de este siglo me refiero al colesterol. Algo que me tiene preocupado, porque el doctor me dijo que tenía el malo por las nubes.
Como saben, hay colesterol malo y colesterol bueno. Así de simple, sin términos medios. Ahora hasta los pobres tenemos el colesterol alto, como consecuencia de los malos hábitos de este tiempo.
“Desde hoy ayuno y pastillas”, dijo el doctor… sin saber que la berenjena vendría en mi auxilio.
Como es conocido, el colesterol se divide en dos tipos: las lipoproteínas de densidad alta, conocido como colesterol bueno, y el colesterol de baja densidad, o colesterol malo. El colesterol malo se acumula en las paredes de las arterias, formando una placa que dificulta la circulación de la sangre que llega al corazón. Si tienes demasiado alto el colesterol, aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. Su nivel aumenta cuando consumes en exceso grasas de origen animal, también embutidos y quesos grasos.
¡Renunciar al chorizo y al queso! Para mi resultará como morir al yo y dejar en el olvido todo lo que hoy me hace feliz.
Al colesterol bueno se le llama así porque ayuda a reducir el nivel de colesterol en la sangre. Lo ideal es tener un nivel superior del bueno, algo que regularmente se consigue con la práctica de ejercicios físicos y una dieta rica en fibra y baja en grasa.
Pero vino un amigo y me dijo que cogiera una berenjena, la picara en cuatro y la echara en una jarra con agua, y que comenzara a tomarla como agua común.
Eso había sido como un remedio santo para mi amigo, que ni con pastillas le bajaba el malo. Él había recibido el remedio de otro amigo, que a su vez lo conoció de otro que estaba muy mal y se curó con la berenjena. Trasmisión creíble, oral y directa, nada de redes sociales del internet.
Eso me recuerda un relato de los años cincuenta en Estados Unidos, basado en un hecho de la vida real. Un hombre vio un auto detenido en una de las largas autopistas que recorren el país. Se había quedado sin gasolina. El buen samaritano paró y sacó de su maletero una vieja lata toda magullada y con un poco del preciado líquido. Se la ofreció al conductor del auto varado, y sin esperar que se la devolviera siguió su camino, no sin antes comentarle que esa lata se la había dado alguien cuando una vez estuvo en similares circunstancias. A pesar de que la lata estaba sucia y oxidada, el conductor reconoció el recipiente con gasolina que hacía años él mismo le había dejado a un chofer varado ¡en el otro extremo del país!
Es un misterio cómo trabaja la berenjena contra el colesterol malo. Los incrédulos dirán “¡pamplinas!, pura fantasía”. Pero lo cierto es que funciona.
Creo que la mejor manera de convencer a otro es con la certidumbre que da el ejemplo personal. Si la gente sabe que yo tuve el malo y ve que me he sanado, escucharán con interés y correrán a seguir la misma receta.
Ahora espero con ansias que a mí me baje el colesterol malo, para luego correr donde mis amigos a preguntarles y darles la buena nueva: ¿Tienes el malo alto? ¡Yo conozco la solución!
¡Qué Viva la Berenjena!