Para jóvenes escritores.
¿Recuerdas La soledad del corredor de fondo? Me refiero al relato del escritor británico Alan Silitoe que dio nombre a una colección de historias breves publicadas en 1958 bajo el mismo título y que luego fue tema de una famosa película.
¡No lo has leído! Entonces cómo pretendes ser escritor, amigo mío, si no has leído esto, aquello y lo demás allá. Imposible escribir una línea con propiedad sobre un tema si antes no has leído cien; es una cruel y aplastante estadística del periodismo que aprendí en mi época de redactor en La Habana, donde mucho había que luchar contra los lugares comunes.
Cien a uno. Es decir, si quieres escribir un «buen» ensayo debes haberte leído cuanto menos cien buenos ensayos. Forma parte del entrenamiento para una carrera de larga distancia.
Te cuento que el personaje principal de La soledad del corredor de fondo es un muchacho confinado en un reformatorio que busca consuelo corriendo largas distancias. Durante sus maratones, en que se aleja del resto de los corredores, va meditando sobre su vida anterior y ve que su situación actual puede ser mejor gracias a sus cualidades como corredor.
Es un personaje rebelde, nacido en los barrios marginales de la Inglaterra de posguerra, que rechaza su integración a la sociedad que le tocó vivir: “Me están entrenando para el gran día de los campeonatos, el día en que todos los duques y sus mujercitas, con sus caras de cerdo y sus narices llenas de mocos vienen y nos sueltan discursos diciendo que el deporte es la actividad adecuada para devolvernos a la vida honrada y para mantener alejadas las yemas de nuestros dedos de las cerraduras de sus tiendas.”
El tiempo ha pasado y los reformatorios y protagonistas han cambiado. Tampoco hoy los escritores son lo mismo. Pero los jóvenes siguen siendo igual de rebeldes.
La radio de Miami trasmitió en estos días una entrevista con la viuda de Guillermo Cabrera Infante, donde narra que el gran escritor cubano pasó los últimos tiempos de su terminal enfermedad cotejando apresuradamente los legajos de sus novelas póstumas, en una carrera contra el reloj y la muerte. Era éste un escritor de largo alcance, que falleció en el 2005 luego de contraer septicemia en un hospital londinense. Uno piensa que alguien tan extraordinario no se merece una forma tan ingrata de morir, ni tan prematura, como le sucede a muchos honorables setentaicinco añeros que entran al hospital porque se les rompió una cadera y allí se les complica la vida.
También la radio habló del Maratón de Miami. Antes del amanecer, una multitud se congregó para ver desfilar la cifra récord de 18,321 corredores, que iniciaron una carrera de 42 Kilómetros por las principales avenidas del este de la ciudad.
Allí, entre los corredores de fondo, estaba mi amigo Ian Darke, un espigado británico de más de 50 años, amante de estas lides y también muy entusiasta de la literatura. Nos vimos en Miami Beach la mañana antes de la gesta para finiquitar los pormenores de lo que sería la próxima edición del Premio de Ensayo Letra Viva, una competencia que juntos organizamos con ahínco.
“Hace un par de años descubrí que me gusta correr, y que es una gran manera de conocer gente y mantenerse en forma”, me dijo Ian.
Como quizás conozcas, amigo y ávido lector, un maratón es una prueba atlética de resistencia. Su origen se encuentra en la gesta del soldado griego Filípides, quien en el año 490 a. C. murió de fatiga tras haber corrido unos 40 km desde Maratón hasta Atenas para anunciar la victoria sobre el ejército persa.
En honor a la hazaña de Filípides se creó una competencia con el nombre de «maratón», que fue incluida en los juegos de 1896 de Atenas, inaugurados por el legendario Barón Pierre de Coubertin.
Por si te sirve inspiración, en esos primeros Juegos Olímpicos el ganador de la prueba de maratón fue un pastor griego llamado Spiridon Louis, que antes de la salida permaneció dos días en oración y ayuno. Llegó solo a la meta, para delirio de sus compatriotas. Esta victoria convirtió a Spiridon en una persona rica; incluso un carnicero se ofreció a darle carne de por vida y un zapatero a calzarle. Suerte de pastores que corren bien. Sin dudas mucho mejor que la suerte de Cabrera Infante.
Se me ocurre entonces que para un escritor con vocación de fondista un concurso literario es como una gran carrera de larga distancia.
Los corredores de distancias largas tienen una serie de reglas para entrenar que quizás valen para un concurso literario. Búscale tú mismo el símil… Trata de tomar una taza de fluidos cada 20 minutos mientras corres (recomiendo te, o simplemente agua). Elabora un plan de entrenamiento. Empieza a levantarte un poco más temprano. Realiza varios entrenamientos largos en tus zapatos de carrera antes del maratón (esto te ayudará a descubrir cualquier área de ampollas que sea necesaria atender). Lleva una dieta alta en carbohidratos y moderada en proteínas durante los últimos tres días antes de la carrera. El día de la carrera, toma un desayuno ligero cuatro horas antes de la hora de salida. (El día de la entrega del manuscrito, toma un desayuno ligero y revisa con calma tu presentación).
A pesar de todo lo anterior, ¿todavía te empeñas en correr para el Premio de Ensayo Letra Viva? Entonces pon atención a lo que me dijo Ian Darke luego de finalizado el Maratón de Miami:
“Te puedo contar que logré la meta, terminé la maratón. Me sentí muy bien la primera parte, pero a partir de la milla 15 sentí la presión de una ampolla grande en la planta de mi pie derecho. Como consecuencia del cojeo involuntario, empezaron los calambres, necesitando atención médica en la milla 16. Pero terminé sonriendo”.
Termino diciéndote lo que un verso del poema de Robert Browning, el cual inspiró al barón Pierre de Coubertin y a otros fundadores de los Juegos Olímpicos modernos a instituir la carrera de 42 km llamada maratón: “¡Corre, Filípides, una carrera más! ¡Tendrás tu recompensa!” Búscale el símil.
Jorge Julio, Excelente ensayo, me bendijo. Combinando el logro de Ian con el logro de escribir, buena coneccion.
Te cuento que voy por el capítulo 5 del nuevo libro Tesis en 3 Meses. Son 13 capítulos por todo, así que es como una maratón. En diciembre estuve leyendo varios libros muy buenos sobre técnicas de investigación, y estoy aprendiendo mucho, aunque enseño el curso en la universidad desde 1978…