Le digo a mi hija de casi 21 años que pronto le podrán dar una inyección letal en Miami, ahorcar en Washington o fusilarla en Carolina del Sur. En unos días tendrá edad para eso.
Voy a salir a buscar trabajo. Basta ya de dormir hasta las 10 de la mañana y de arrastrar mis pantuflas hasta el buzón buscando el cheque de desempleo.
Para Cinthia, Claudia y Keren, antes que se me olvide. ¡Uff! Ya estoy de lleno en una década de mi vida que yo le llamo “pre-alzámica”, donde en las tardes cierro la ducha dudando si ciertamente enjaboné mi espalda. Dicen…