Todo parece indicar que el acceso universal a la cultura y la ciencia, sobre todo gracias a la Internet, ha traído consigo una suerte de Do-it-yourself Syndrome [Síndrome de Hágalo-Usted-Mismo], donde casi todo se puede hacer siguiendo paso a paso una breve guía o un manual en línea… Desde una bomba casera hasta la portada de un libro.
El problema ha tomado tales dimensiones que hoy en día se hace difícil conseguir un verdadero experto o una empresa que realmente sea lo que proclama ser en sus sofisticados websites.
Ahora también una multitud de aficionados está invadiendo los medios de comunicación, para bien y también para mal. Legiones de escritores, periodistas, cineastas y diseñadores aficionados copian en la Red los modelos estándares prefabricados del Do-it-yourself, como contraofensiva a las enajenantes campañas informativas de las empresas globales, sin percatarse que su verdadera fortaleza radica en su particularidad.
El triunfo de la mediocridad es global. ¿Adónde ha ido a parar la idea de la excelencia y la especialización tan proclamada hace algunos años como la clave del éxito? Sus precursores deben estar halándose los pelos.
Algo curioso es que mientras en los Estados Unidos el péndulo viene de regreso hacia lo simple y práctico en el uso de las tecnologías digitales, la mayor parte del resto del mundo todavía ve en cada nueva herramienta un artilugio a experimentar.
El que no sabe es como el que no ve y al entusiasta autosuficiente le es trabajoso considerar el término medio. Ese es el arte del profesional. En un reciente artículo para una revista especializada afirmé, por ejemplo, que una buena parte de los sitios de las editoriales cristianas de libros en español deberían pasar de insípidas y lentas tiendas con lacónicas reseñas, a dinámicos lugares que se actualicen constantemente y donde el lector pueda encontrar las facilidades de la nuevas tecnologías, la mayoría recursos de bajo costo y hasta gratuitos. Pero también imploré: “¡Por favor, no trate de cubrir también esta posición en sus ratos libres o asignarle estas tareas a alguien de su personal sin que éste tenga la preparación adecuada”.
Todavía muchos serios ejecutivos, líderes y ministros religiosos buscan a su sobrino adolescente para que le monte su página web o tienda online, recargadas de efectos flash, guirnaldas, animados, música estridente y cintillos de máximas que recorren la pantalla.
Un ejemplo preciso de lo que digo es la llamada que recibí hace poco del administrador de una página Web que me dijo entusiasmado que ya podía publicar en español las noticias que salían en inglés, gracias al programa automático de traducciones de Google, y me enviaba el enlace.
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En suma, cualquiera se siente capaz de automedicarse, escribir, traducir o publicar un libro, diseñar un anuncio publicitario o realizar un video. Y lo peor es que la mayoría de los inexpertos ni tampoco sus consumidores se dan por enterados de sus venturas y desventuras, ante las hoy desdibujadas fronteras entre lo bueno, lo malo y lo tonto.
Saludos. Es una realidad, de hecho leía en una revista Selecciones (la edición data de hace 7 años atrás) del caso de un padre en Texas que tuvo un problema porque el hijo ingresó a una página para fabricar bombas caseras. La cuestión es que el niño logró hacer la bomba, pero cuando encendió la mecha le explotó y le voló un dedo.
Y aun así el papá no le restringió el acceso al Internet aduciendo que el no podía hacerlo porque igual la info estaba ahi.
Lo dejo a sus criterios. Dios nos ayude.
Hola, Jorge Julio, escribes que cualquiera se siente capaz de hacer lo que desee. Y en verdad hay muchos sitios (como http://www.soyouwanna.com) que sí nos orientan y permiten esa entrada a las cámaras que solían ser sólo para los expertos. Pero si te molesta que así desdibujemos (y me incluyo entre los que lo hacen) las fronteras entre lo bueno, lo malo y lo tonto, ¿qué recomiendas? No hay manera de impartir el buen juicio o el buen gusto a los demás, o acaso ¿crees que es posible? (Las maneras en que intentamos inculcarlos en nuestros hijos no sirven con los demás.) Me parece que más vale celebrar el hecho de que ahora la información está disponible a cualquiera que lamentar que algunos (o «demasiados») la usen mal… Kim