Imposible no comentar acerca del lector de libros digitales que acaba de lanzar Amazon, un juguete todavía prohibido para la mayoría de los bolsillos de los devoradores de textos, digitalizados o no.
Algunos dicen que será un fracaso eso de pagar u$s400 para leer libros en un display de 8 pulgadas, por el que debe pagarse además otros 10 dólares por cada título que se desea leer o almacenar en el dispositivo, y que Amazon Kindle definitivamente no han sabido mejorar las propuestas anteriores.
Veremos qué dicen los jóvenes, que en definitiva serán los que incorporen o no a sus hábitos de lectura el nuevo soporte digital.
De momento será otro artefacto más que se venderá bien entre los consumidores compulsivos de otras costosas novedades digitales como teléfonos celulares, IPods, laptops, PDAs y tablet PC.
En tanto la tecnología supera los problemas pendientes y se abarate el precio de los equipos y de las descargas de textos, no cabe ya duda que la industria del libro, incluyendo la cristiana, se enfrenta al reto de diversificar sus ofertas teniendo en cuenta la digitalización de sus contenidos.
Sin embargo en el ámbito editorial todavía hay más preguntas que respuestas, más miedos y recelos que decisiones para el futuro. Los lectores e iglesias de bajos recursos y de regiones apartadas todavía tendrán que esperar por las Biblias, los estudios bíblicos y los materiales de Escuela Dominical a bajo que costo que inexorablemente le depara el porvenir de los nuevos soportes digitales.
Excelente el comentario de un usuario de Amazon, que resume la idea: “¡No vendas las maquinitas de afeitar, vende los repuestos!”